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La cerámica

La cerámica ibérica de Levante y Andalucía se aparta de toda la tradición hispánica de la protohistoria. Si esta última destacaba por su aspecto negruzco o pardo, decorada mediante la incisión, la estampación e incrustación, ahora nos encontramos ante barros claros de formas airosas, pintados y barnizados en tonos pardo-oscuros. Su masa cerámica es fina, compacta, bien cocida y torneada, y con un sonido muy metálico.

Sombrero de copa (Museo Arqueológico, Valencia). Una de las formas más logradas de la cerámica ibérica es la denominada "sombrero de copa" como este vaso, procedente del cerro de San Miguel, en Llíria. Es durante el siglo II a.C. cuando se difunde por todo el ámbito ibérico y a lo largo de los siglos II y I a.C. la difusión se extiende a todo el Mediterráneo, hallándose restos en Córcega, Cerdeña y el norte de África.



Los alfares tenían un mercado muy amplio que difundió algunas formas de manera muy notable, como en el caso del vaso en forma de sombrero de copa, semejante al kálathos griego, y muy conocido en la época.

Se pueden distinguir dentro de esta técnica específica diversas tendencias estéticas. En primer lugar, la cerámica andaluza o turdetana, en la que predomina la tradición del Mediterráneo oriental, caracterizada por la decoración a base de bandas y filetes horizontales, pintura con barnices de diferentes colores, y con terminaciones muy simples de rayitas oblicuas, manchas horizontales o líneas ondulantes. Otra tendencia destacable es la de Elche-Archena, que abruma con infinitud de motivos decorativos sus piezas mediante todo tipo de vegetaciones (hojas de hiedra), animales y geometrías (espirales): tendencia que se adecúa perfectamente al concepto de "horror al vacío" y que se define como esencialmente figurativa.

Vaso de Llíria (Museo Arqueológico, Valencia). En este vaso se ha representado una escena de guerra en la que se advierte la espontaneidad y el interés narrativo propios de esta cerámica, fechada hacia el siglo II a.C. Esta obra es también muy importante puesto que conserva restos de inscripciones, que al estar integrada dentro del marco decorativo puede hacer alguna alusión a lo que se ha representado.



En la región valenciana se desarrolló otra forma cerámica cuyo ejemplo más destacable quizá sea el de los vasos de Llíria, que han permitido diferenciar dos escuelas de diferentes líneas: la primera, la del Cerro de San Miguel, tendía a decorar las obras con escenas narrativas de gran espontaneidad mediante relatos de danza, cacería, tauromaquia y guerra; la segunda era puramente abstracta, a base de franjas geométricas en semicírculos concéntricos y ondas. En Azaila, poblado del Bajo Aragón, se resolvió otro estilo de gran personalidad que sintetizaba los motivos tradicionales y las nuevas imágenes de la flora helenístico-romana, lo que resulta de muy grata originalidad.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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