En
los primeros siglos del tercer milenio antes de Cristo, aparece, en el
territorio que hoy forma la parte central de Turquía, el pueblo hitita, que con
el paso del tiempo llegaría a formar un importante imperio que se extendería
más allá de la península de Anatolia.
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Diosa hitita.
Fragmento de
una tablilla
del siglo XVIII a.C.
que representa una
de las diversas
deidades a las que se
encomendaba
este pueblo de la
Antigüedad.
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Para comprender el nacimiento y el curso
del magnífico arte hitita deberá atenderse a un momento crucial en la formación
de su cultura, cuando los habitantes indígenas de la Anatolia central, los
hattis, contactaron con los pueblos indoeuropeos que llegaron a la zona. De
este modo, se produjo una fusión entre ambas culturas; ninguna anuló a la otra,
sino que supieron complementarse en aspectos como el arte, la política y la
religión. Así, asistimos al inicio de lo que se ha convenido en denominar
primera época hitita, en la que se alcanzó un gran auge cultural. Los hititas
fueron pioneros en el desarrollo de la metalurgia, lo cual les permitió
fabricar un armamento de hierro que hizo de su ejército uno de los mejores
armados de todo el mundo antiguo, capaz de someter por completo a Siria. Aunque
el Estado se consolidó, las constantes guerras debilitaron mucho su economía.
Así el imperio acabó por desmembrarse ante las hordas de invasores que,
procedentes del mar, llegaron alrededor de 1200 a.C.
Fuente:
Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Salvat.
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