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El valor de la púrpura

Si hay un producto que defina la esencia de este pueblo era este tinte, hasta el punto de que, como ya se ha señalado, su nombre significa en griego “purpúreo”. De hecho, Fenicia, “el país de la púrpura”, era famosa en la antigüedad precisamente por ser el más importante centro manufacturero de esta industria textil de todo el Mediterráneo. No es extraño que, al respecto, se tejieran diversas leyendas en torno al origen de este pueblo y de este producto. Así, Plinio nos cuenta que, un día, un joven pastor iba con su perro cerca de Tiro cuando, de repente, éste mordió un molusco y se manchó de rojo.

⇦ Dios Reshef. Esta estatuilla sedente de bronce, cubierto con láminas de oro, representa probablemente al dios Reshef, el Destructor, asociado a las plagas, al trueno y a la guerra. Con el tiempo su representación y simbolismo sufrirían varios cambios, hasta ser identificado en la cultura helenística como el dios Apolo.


    Acto seguido se presentaron ante el rey de la ciudad, de nombre Phoinis, que, a partir de entonces, tomó este color como insignia por antonomasia de la monarquía. En otro caso, se dice que Phoinis era el padre de los fenicios y epónimo del territorio, es decir, la Phoiniqué; o que era uno de los hermanos de Europa, que, durante sus viajes, se habría establecido en un país al que dio nombre. Asimismo, hay otros mitos que, a pesar de seguir situando su origen en Tiro, nos hablan del dios Melkart y de su amante Tyros. Sin embargo, parece ser que los fenicios, históricamente hablando, no fueron los primeros en obtener este material: hay que situar su descubrimiento hacia el siglo XII a.C. en otra civilización, en Ugarit.

Dios Baal. El Creador supremo de los fenicios, · dios de las montañas y de las precipitaciones atmosféricas, se suele representar en forma de toro en la iconografía pictórica. En esta estatuilla de bronce y hoja de oro está tocado con el típico gorro cónico fenicio y levanta una mano señalando el reino de los cielos.



La púrpura se convirtió, pues, en un producto de lujo, pues se caracterizaba por ser una tintura indeleble - de ahí su importancia y su carácter únicoque servía para teñir telas de lino o lana, que se realizaban en la misma región o podían proceder de Egipto. Por lo tanto, sólo las clases más adineradas podían permitirse tal capricho, y fueron ellos, los fenicios, quienes se dedicaron, gracias a su habilidad en el comercio marítimo, a su importación para las clases pudientes del mar Mediterráneo.


 Diosa de bronce (Musée du Louvre, París). Adornada con un baño de plata, esta estatuilla de marcada influencia egipcia responde con toda probabilidad a una representación de las divinidades femeninas de Anat y Astarté, dado el enfático gesto de ofrecimiento sexual y de fertilización de sus pechos. Junto al culto a estas diosas también se generalizó el rito a El y Baal, supremos hacedores de la religión fenicia.



Este tinte se obtenía de unos moluscos monovalvos, de la especie de los múrices, de concha grande - de las variedades murex trunculus, murex brandaris y murex erinaceus, aunque también se habla a veces del género purpura, que era mucho menos abundante-, que se podían pescar con gran facilidad en las profundidades de toda la costa mediterránea, debido a su gran número. La pesca se realizaba con nasas, introduciendo en su interior pescado como cebo. A continuación, se dejaban secar en cubas, en unos talleres que se situaban en las afueras de las ciudades -caso de Tiro, Sidón, Sarepta o Mozia, por ejemplo, donde se han hallado restos-, pues para su obtención, este proceso generaba malos olores.

Tras romper la concha, de nuevo se volvían a sumergir en agua marina, que actuaba de diluyente y que, según las cantidades dispuestas y su exposición al sol podían obtenerse diversas gradaciones de color, desde el amarillo, el azul o el rojo oscuro, hasta el propiamente violáceo. Después de este paso -que solía durar aproximadamente unos tres días-, se cocía a fuego lento y se obtenía la púrpura. Hay que tener en cuenta que todo este proceso era muy caro, pues se requería de una cantidad elevada de estos moluscos: para obtener un gramo del material tan preciado, era necesario disponer de más de 10.000 ejemplares.

Así pues, el prestigio que otorgaba el tener una prenda de este color no hizo más que comenzar entonces, pues tradicionalmente la púrpura se ha asociado con las monarquías, algo que podemos ver a lo largo de la historia. A modo de ejemplo, en época de Teodosio II emperador del Imperio Romano de Oriente ( 401-450) se prohibió por ley, recogido en el Codex Teodosianus, que la gente vistiese en tonos violáceos, pues era un derecho reservado exclusivamente al emperador y su familia.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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