Detalle del capitel de una columna del
Templo de Horus en Edfú.
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Si bien la columna se ha considerado
siempre un elemento clave a la hora de la construcción, su origen obedece
asimismo a un carácter simbólico. De hecho, si ya en el conjunto de la pirámide
de Zoser se intentó imitar los materiales naturales con los que se hicieron
las primeras casas, gran parte de ello
se conservó en la posterior evolución de la arquitectura egipcia.
Su estructura fundamental, de basa, fuste y capitel, se mantuvo a lo
largo de toda la historia egipcia. Sobre la basa de forma circular, se apoyaba
el fuste que podía tener una forma fasciculada o acanalada, en clara evocación
de los tallos de los árboles y plantas del Nilo. La parte inferior de estas
columnas se refería a la vegetación de las plantas bajas de los ríos. Por
último, el capitel podía presentar variadas formas vegetales, aludiendo siempre
a la flora del país; de ahí los nombres de palmiforme, papiriforme o lotiforme.
La arquitectura hacía referencia continuamente al mundo de la
arquitectura y el de la naturaleza se daba en la tipología del templo, de forma
que éste pretendía aparecer ante los ojos de los egipcios como un bosque de
palmeras visto desde el Nilo. Para lograr ese efecto, las columnas jugaban un
papel de símil, elevándose hasta el techo donde se aludía al mundo de los
dioses.
De ahí la importancia de las salas hipóstilas, donde el elemento
predominante era este soporte. Tras pasar el patio al aire libre con el que se
abría el interior de todo templo mistérico, se accedía a estas salas, que en
los textos egipcios recibía a veces la denominación de la "sala
verde", en clara asociación al valle del Nilo.
Fuente: Historia del
Arte. Editorial Salvat.
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