La
civilización griega es la primera de las grandes culturas que han florecido
sobre suelo europeo, la que generó unas formas de vida y de pensamiento de las
que, siquiera remotamente, el hombre de la actualidad todavía participa y que,
al haberse proyectado más allá de sus propios límites, constituye la fuente de
lo que se ha dado en llamar "clasicismo", ese punto de referencia al
que la historia del mundo occidental suele regresar periódicamente para reencontrarse
con sus orígenes.
Es evidente que la civilización griega es
fruto de la interacción de múltiples factores y de estímulos diversos, que
condicionan su desarrollo. No obstante, a partir de estas circunstancias se
generaron en Grecia unas actitudes y unas formas de vida que constituyen lo más
genuino de sus esencias y que permiten distinguir su civilización de las que la
precedieron y de las que con ella convivieron.
La referencia al hombre como medida de todas
las cosas y la confianza en la libertad que se desprende del reconocimiento de
su condición de ser racional, son valores que pueden percibirse tras cualquiera
de las manifestaciones de la cultura griega, ya sean de índole intelectual o
material, incluyendo entre estas últimas la arquitectura y las artes plásticas.
Seguramente hay que buscar en el ambiente,
el paisaje o las características geográficas del mundo griego una de las
razones que permiten explicar esta manera de ser y de hacer. La diversidad
geográfica, la presencia del mar, la dispersión de la población, etc., imponen
unas condiciones de vida poco uniformes, al mismo tiempo que, para garantizar
la subsistencia, obligan al mutuo intercambio y, por consiguiente, favorecen la
existencia de unos intereses compartidos que, en situaciones extremas, como
ante el enemigo exterior, hubo que defender mediante la unión de todos los
griegos.
También hay, no obstante, unas razones
históricas que pueden intuirse a través del fondo de verdad que subyace siempre
tras cualquier interpretación mitológica y que, en la actualidad, han sido
esclarecedoramente iluminadas merced al progreso de la ciencia histórica y de
la arqueología.
Es sabido que la mitología griega alude
constantemente al mundo minoico, evidenciando que los griegos antiguos se
sentían ligados a él como a un remoto antepasado. Hoy se sabe que la cultura
cretense se extendió por las islas circundantes y se implantó en la Grecia
continental y en otros puntos del mar Mediterráneo. La cultura micénica es en
buena parte deudora de la civilización cretense o minoica, especialmente por lo
que respecta a la
plástica. En ella se vivieron las circunstancias y los
personajes que dieron lugar a la epopeya homérica, que para los griegos
antiguos estaba más cerca del mito que de la historia.
El momento que realmente marca el inicio de
la historia griega propiamente dicha, la frontera entre un mundo de dioses y de
héroes y un mundo de humanos, cabe situarlo alrededor del año 1000 antes de
Cristo, cuanto se registra lo que se ha dado en llamar la invasión doria. La
civilización micénica llega bruscamente a su fin y a partir de entonces la
historia recomienza. A lo largo de tres siglos se asienta progresivamente un
nuevo sustrato humano y cultural que sustituye la cultura del bronce por la del
hierro y que deja atrás las formas naturalistas y ondulantes que caracterizaron
la civilización micénica, desarrollando otras muy diferentes, caracterizadas
por la tendencia a la esquematización geométrica y a la rigidez.
Precisamente, los mismos griegos empezaban a
calcular su historia a partir de la fecha de la primera Olimpiada ,
esto es, el año 776 antes de Cristo. Así pues, es a partir de este nuevo
sustrato cultural aportado por los dorios cuando se puede dar comienzo a la
historia del arte griego propiamente dicho, cuya primera etapa es el período
que se ha dado en llamar geométrico.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que la
ocupación del país por los dorios no fue uniforme ni completa y que persistió
el recuerdo de lo que la había precedido, quedando fijado en forma de relato
mitológico y literario, del mismo modo que, a lo largo de gran parte de la
historia griega, se mantendría un claro dualismo entre dorios y jonios, los
cuales serían los herederos de los pobladores primitivos de la Grecia
prehelénica que, expulsados de sus acrópolis fortificadas, tuvieron que emigrar
al Asia y a las islas vecinas. Así, las poblaciones griegas de Asia y de las
islas tuvieron siempre una particular disposición para la belleza, que era
distinta y más acomodada a las tradiciones prehelénicas que la que manifestaron
las razas dorias puras de la Grecia continental.
Prestando atención ahora al proceso
evolutivo seguido por el arte griego después de la invasión doria, puede verse
que en lo arquitectónico desaparecen por de pronto las grandes acrópolis
amuralladas que caracterizaron la civilización micénica.
Templo
de Apolo en Corinto.
Perteneciente al orden dórico, fue construido en el siglo VI a.C. Su imagen
desprende una impresión de arcaísmo acentuado por las robustas columnas, muy
próximas entre sí.
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Es posible pensar que a las acrópolis
micénicas abandonadas continuarían acudiendo las gentes, movidas por la piedad
que inspiraba el antiguo culto localizado en cada una de ellas. Tanto en los
palacios de Creta como en los del continente existía un gran patio central y
que en éste había un altar, aproximadamente delante del megarón, o sala para las reuniones, que daba también a este patio.
Cuando Micenas, Esparta y Tirinto quedaron abandonadas, las gentes de la ciudad
baja utilizaron para las ceremonias del culto el megarón.
Esto denota ya un cambio, por cuanto el
culto prehelénico utilizaba símbolos como el hacha y el pilar. Al llegar los
dorios, el principio femenino, que parece ser la divinidad simbolizada por el
hacha, se manifestó en forma humana, y recibió un primitivo culto a Hera, de la
que pronto debían hacerse todo género de representaciones plásticas. Además de
estas figurillas de tierra cocida, los arqueólogos italianos encontraron en la
isla de Creta una imagen primitiva de una divinidad sentada encima de un
basamento con leones: se diría que era la personificación con figura humana de
la Dama de los Leones, que antes
había sido simbolizada por una simple columna. Entre los griegos era
tradicional que el más antiguo templo de su patria fuese el dedicado a Hera, en
Argos; y en Olimpia, el templo más viejo era, no el del señor del Olimpo, que
al principio se satisfacía con un solo altar, sino el de su consorte Hera.
Otros santuarios venerados de la primitiva Grecia estaban dedicados también a una
divinidad femenina.
Fuente:
Historia del Arte. Editorial Salvat.
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