Punto al Arte

Museo Nazionale del Bargello

Dirección: 
Via del Proconsolo, 4. 
Florencia 
Tel. 39 055 2388-606
http://www.bargellomusei.beniculturali.it/musei/1/bargello/

Museo Nazionale del Bargello, detalle del patio interior del antiguo palacio que denota cierto aire de fortaleza medieval. 

El Museo Nazionale del Bargello está ubicado en lo que fue el palacio del Capitán del Pueblo. Su núcleo original se remonta a 1255 y fue construido, según Vasari, siguiendo el diseño de un tal Lapo, padre de Arnolfo di Cambio. Se trata del bloque que da a la Via del Proconsolo: la sede de gobierno más antigua de la ciudad. 

Desde finales del siglo XIII hasta finales de 1502 el edificio fue la residencia oficial del Podestá, o sea el magistrado que gobernaba la ciudad y que debía ser, según la tradición, un forastero. Alrededor de 1287 se construyó el mirador, la bellísima terraza que daba al patio donde a menudo el Podestá reunía a los representantes de las artes y de los gremios. El torreón, anterior incluso al edificio, albergaba la campana llamada Montanina, que sonaba cuando había que convocar a los florentinos en caso de guerra o asedio. 

En 1502 el edificio se convirtió en la sede del Consejo de Justicia y de la policía, cuyo jefe era llamado, precisamente, "il Bargello". En 1786, cuando el gran duque Pietro Leopoldo abolió la pena de muerte, todos los instrumentos de tortura fueron quemados en el patio. Las prisiones se siguieron usando hasta 1857, cuando fueron trasladadas al ex convento de las Murate. A partir de esa fecha empezó la restauración completa del edificio, realizada por el arquitecto Francesco Mazzei. 

Claustro del patio interior del museo. 

La designación definitiva del Bargello como museo de escultura tuvo lugar en 1886, cuando se celebró el quinto centenario del nacimiento de Donatello. Dos años después, el museo recibió la generosa donación de obras de arte góticas y renacentistas del anticuario francés Louis Carrand, a la que siguió, en 1894, la de Costantino Ressman, embajador y coleccionista de armas. Giulio Franchetti donó al museo en 1907 su colección de tejidos, con ejemplares que van desde el siglo VI al XVIII. 

Cabe destacar la Sala de Miguel Ángel donde se exponen obras del gran artista del Renacimiento; la antigua Sala del Consejo Mayor, con obras de Donatello y otros escultores del Renacimiento florentino, como Lorenzo Ghiberti y Filippo Brunelleschi; la sala llamada "del Verrocchio" que acoge desde 1873 obras toscanas de la segunda mitad del siglo XV -el artista mejor representado en ella es, obviamente, Andrea Verrocchio. 

La colección de azulejos del Bargello debe gran parte de su esplendor al afán de coleccionismo de los Médicis. Gracias a numerosas contribuciones, incluso de coleccionistas modernos, la sala ofrece un panorama casi completo de la historia del azulejo italiano. 

Otras dos salas, además, están dedicadas a las terracotas vidriadas de Giovanni y Andrea della Robbia. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Musée Guimet

Dirección: 
Plaza de léna, 6. 
75116 París (Francia). 
Tel: (+33)1 56 52 53 OO. 
http://www.guimet.fr/

Aspecto interior de la sala principal -dedicada al arte khmer- del Musée Guimet de París.
El Musée Guimet nació en Lyon en 1879 gracias a los objetos recogidos durante sus viajes por Émile Guimet (1836-1918). Al comienzo, Guimet quería centrar las obras en Egipto, la Antigüedad Clásica y Asia, pero pronto, se focalizó sólo en las civilizaciones asiáticas. En 1889 inauguró el Museo en París y cada vez se centró más en el mundo asiático, abriendo nuevas salas para los objetos que iban llegando de Siam, Camboya, Japón, Corea y el Tibet. 


En 1927 el Museo pasó a manos del Directorio de Museos Francés, obteniendo así multitud de piezas de las expediciones gubernamentales a Asia Central y China. Ese mismo año recibió también todas las obras que habían sido expuestas en el Trocadéro Musée lndochinois. A lo largo de la década de 1920 y 1930 fue adquiriendo nuevos materiales, sobre todo de la zona de Afganistán, gracias a las delegaciones arqueológicas francesas. De este modo, el Musée Guimet fue ganando reputación por su rica colección de arte asiático. 

Durante la reorganización museística llevada a cabo por el gobierno francés a partir de 1945, el Musée Guimet transfirió al Louvre todo su fondo egipcio, recibiendo a cambio, las piezas de arte asiático de éste. Desde entonces, sus directores han ido haciéndose responsables de mejorar las carencias en cada uno de los ámbitos del museo. Así pues, entre 1954 y 1965 se mejoraron la biblioteca y los fondos fotográficos y a partir de 1965 el departamento de arte indio. 

Fachada del Musée Guimet de París. 
En 1996 se llevó a cabo una remodelación exhaustiva de los 5. 500 m2 de exposición para mejorar su aspecto y visitabilidad. Hoy en día, el Musée Guimet es el centro de referencia europeo del arte asiático y se divide en diversas colecciones: a) Afganistán-Pakistán; b) Artes del Himalaya; e) Sudeste asiático; d) Asia central; e) China; f) Corea; g) India; h) Japón. 

La colección afgano-pakistaní se inició con 100 objetos traídos en 1895 de las excavaciones realizadas en esa zona. Actualmente ha aumentado y destacan las figuras de los bodhisattva y las piezas del arte Gandhara. 

Las artes del Himalaya se han expuesto en el Museo desde su creación en 1879 y actualmente constan de unas 1.600 piezas. Destacan las figuras de bronce tibetanas y nepalíes y los objetos litúrgicos. Las obras abarcan desde el siglo XI al XIX. 

La sección del Sudeste asiático muestra sobre todo arte camboyano y vietnamita, si bien también hay ejemplos procedentes de Tailandia, Indonesia, Myanmar y Laos. Asia Central muestra la influencia budista en los grandes centros de la Ruta de la Seda. Las obras son principalmente manuscritos y esculturas de arcilla. La colección sobre China, la más numerosa, cubre 7.000 años de historia y contiene unas 20.000 piezas. 

Desde 1888, el Musée Guimet ha tenido una sección dedicada a Corea y actualmente cuenta con unas 1.000 obras que cubren prácticamente todos los períodos de su historia. 

El departamento indio cubre desde el III milenio a.C. hasta el siglo XIX y se nutre principalmente de estatuaria y pintura. Finalmente, el fondo japonés contiene unas 11.000 piezas que muestran el abanico artístico nipón desde el 4000 a.C. hasta inicios del siglo XX. 

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Arte de Japón

El arte ha tenido en Japón una importancia fundamental a través de los diferentes períodos de su historia y ha conseguido, a pesar de la multitud de estilos y tendencias que han aparecido y desaparecido, a pesar también de la influencia que China y el continente asiático en general ejercieron sobre él, una personalidad inconfundible y un nivel estético muy notable.

Reflexión sobre el amor de Kitagawa Utamaro
(Museo Guimet, París). Imagen de una mujer 
que ocupa toda la superficie de la estampa con 
la actitud soñadora de una joven experimentada
y coqueta.

Las primeras muestras artísticas encontradas, realizadas por unos pueblos nómadas, dan nombre al primer período de Jomon. Son vasijas de arcilla (jomon) que llevan impresas huellas de cordeles a modo de decoración; al final del período hay además unas figurillas de personas y animales, igualmente de arcilla (dogu) a las que se atribuye significación simbólica.

⇨ Dogu (Museo Nacional de Tokio). Figurilla de arcilla, ejemplo típico del período Jomon. Esta pequeña pieza de unos 20 centímetros, se supone que es un amuleto para dar a luz. En su tosca expresividad combina el misterio con la ingenuidad del juguete. Tanto el vestido como el peinado fueron marcados con una espátula, pero, en cambio, las piernas llevan incisa la característica decoración de cuerdas. En su origen estuvo, como casi todos estos dogu, pintado de color rojo. 




Por otra parte, el siguiente período histórico y artístico viene marcado por el paso del nomadismo a una nueva cultura agraria y la importación de metales del continente, dieron origen a un nuevo período llamado Yayoi (hacia 250 a.C. a 250 d.C.) con sus característicos objetos de bronce campaniformes (dotaku). El período protohistórico de Kofun (250-552) dibuja cierta conciencia nacional centrada alrededor de un monarca al que se tributan extraordinarios ritos funerarios y al que se dedica como tumba un montículo entero (kofun) con una serie de cámaras interiores en las que se han hallado los haniwa, excelentes figurillas de arcilla que constituyen sin duda la más interesante aportación del Japón prehistórico.


Templo de Todai-ji, en Nara. Este famoso edificio fue erigido hacia el año 747 por el emperador Shómu como pnmer templo de su reino. Custodiaba un tesoro inmenso de objetos de culto e imágenes, comenzando por el Daibutsu colosal, símbolo del gobierno centralista de este período de Nara. Se destruyó en 1180 a causa de un incendio, durante una de las innumerables guerras de los Fujiwara, y fue reconstruido diez años después en proporciones más modestas, a pesar de lo cual pasa por ser hoy la mayor estructura de madera del mundo. Frente a la escalera, la enorme linterna de bronce dorado. 


Más adelante, el período Asuka (552-646) marca el predominio del budismo, importado del continente, sobre la religión indígena sintoísta. Pero tras la cuestión religiosa iba implicada una cuestión política que dio lugar a una serie de luchas intestinas de las que finalmente salió victorioso el clan de los Soga. Para conmemorar su victoria erigieron el maravilloso Hok-ko-ji, hoy Asuka-dera, primer complejo monástico de Japón, abriendo con él una brillante época artística de exaltación del budismo. El miembro más destacado de este clan fue el príncipe Shótoku, auténtico fundador del budismo nipón y constructor de centenares de templos de características coreanas en un país que hasta entonces se había caracterizado precisamente por no acreditar una tradición constructora. El más importante fue el complejo monástico de Horyu-ji (607), que subsiste casi intacto y que guarda las soberbias imágenes de Tori Busshi, primer escultor conocido. Son el Buda Sakyamuni (606) y la Tríada Shaka. En ellas Buda, con actitud altiva y hierática, vestido con una túnica de rebuscados pliegues que ondean con solemnidad, refleja el espíritu austero del período Asuka. Espíritu que habría de relajarse después como muestra la famosa Kudara Kannon, imagen que guarda también el Horyu-ji y cuyo autor se desconoce.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Santuario sintoísta de Ise

Torii del santuario de lse. 
Erigido en el siglo V, el santuario sintoísta de Ise es una de las construcciones más antiguas e importantes que se conservan en Japón, y exhibe las formas más originales y refinadas de la arquitectura primitiva.


Dentro de la historia del arte japonés ocupan un lugar privilegiado los santuarios dedicados al sintoismo, la religión principal, cuyo origen y fundador se desconoce.


El caso de los dos santuarios de Ise, el Interior y el Exterior, llamados respectivamente, de Naiku y de Geku, es buen ejemplo de estos monumentos sagrados, que a pesar de su diminuto tamaño mantienen elegantes proporciones y se han convertido en un excelente ejemplo de la sutileza de los artistas del país.

En general, mantienen una coherencia global en su simplicidad, pues carecen de cualquier adorno. Su forma simple deriva del diseño de los graneros y depósitos del primitivo Japón. Esta ausencia de complejidad aumenta con el material utilizado: troncos de madera de ciprés (kinokí). La madera es uno de los materiales más usados en la construcción gracias a la abundancia de bosques. Estos troncos componen todas las partes del edificio, excepto para cubrir los techos. La estructura se corona con una gran techumbre de paja.

Ambos santuarios se alzan sobre solares exactamente rectangulares, dispuestos en un eje perfecto de norte-sur, en una zona de densa vegetación. El santuario Interior, que alberga el espejo de la Diosa del Sol, se encuentra sobre una pendiente, probablemente, porque se empezó con unas dimensiones menores y luego se agrandó. A través de una escalerilla se accede al interior.

Ofrendas de sake en el salón Kaguraden del santuario de lse. 
El santuario Exterior está dedicado a la Diosa del Grano, y se parece bastante al Interior, quizás fue su modelo ya que, según la tradición, se erigió durante el reinado del emperador Yuryaku, a fines del siglo V.

Estos edificios sagrados se reconstruyen cada veinte años, si lo permiten las condiciones, conservando concienzudamente todos los detalles, de acuerdo con las técnicas tradicionales. La costumbre de reconstruirlos meticulosamente tiene su punto culminante en la celebración solemne del rito del rejuvenecimiento de la Diosa del Sol, que está documentada a partir del reinado del emperador Temmu. Como no siempre fue posible realizarla, por cuestiones de política interna, en el año 1973 tuvo lugar la sexagésima reconstrucción. Los japoneses pueden tener razón al negar cualquier influencia budista en estos santuarios, ya que dichas influencias son escasas en Ise. Sin embargo, el encierro claustral es propio de los primeros templos budistas. 

Históricamente, los santuarios sintoístas son conjuntos arquitectónicos de colina, a los que no habría sido adecuado aplicar tal cercado.

Los santuarios de Ise tienen, todos ellos, un muro “pantalla-espíritu” taoísta frente a la puerta sacra principal, elemento desconocido, por lo demás, en Japón, pero bastante común en la China tradicional, donde se colocaba en la vía de acceso como barrera que rechazaba los malos espíritus. Es más probable que esta concepción pertenezca al taoísmo, que llegó al Japón primitivo por medio del arte budista.

El santuario de Ise, situado en la costa, al suroeste de Tokio, es una de las joyas de la arquitectura construida en madera.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Los períodos Nara y Heian

En el año 645, con la caída del clan de los Soga, se inicia la reforma del clan Taika que asume el poder y se abre el período Nara (646-794), nombre de la capital del estado. En él se incrementa paulatinamente el centralismo político en la nueva capital que sólo parece pensar en la gloria de los soberanos Taika. De este modo, los Taika deciden acumular todo el esplendor artístico nipón creado hasta la época y a la capital se trasladan pieza a pieza los templos de otras regiones. Así el Yakushi-ji (trasladado hacia el año 717), cuyos tres pisos, que aparentan ser seis por su elevada altura, conservan en su interior relevantes estatuas del período que permiten formarse una idea de la madurez alcanzada por el arte japonés.

⇨ Retrato del monje Ganjin o Chien-chen (Templo de Toshodai-ji, Nara). Obra posiblemente realizada después de la muerte de este ilustre monje, ciego cuando contaba setenta y siete años, que se debe sin duda a un escultor muy allegado a él. La imagen severa y realista que lo representa sentado como el Buda, refleja toda la legendaria serenidad y la riqueza de la vida interior de una de las personalidades más vigorosas y veneradas del budismo nipón. 




Entre ellas destaca la imagen de Sho-Kannon (hacia 710), que prueba la distancia estilística que la separa de las esculturas deTori, realizadas en el período anterior. El emperador Shómu, la figura más importante, gobernó identificando política y religión. Para gloria del budismo levantó el templo de Todai-ji, en realidad sede del gobierno, con el gigantesco Daibutsu (Gran Buda) en bronce, cuya consagración dio lugar a una fiesta nacional sin precedentes; a la muerte de Shómu sus tesoros fueron ofrendados al Daibutsu, originando la colección de Shoso-in. El arte de Nara reflejó estilísticamente la China de los T’ang, en especial la pintura, que adopta no sólo su técnica sino también su temática.

Kyoto Gosho o Palacio Imperial, en Kyoto. Detalle del que fuera residencia de la familia imperial hasta 1868, año en que el emperador y la capital se trasladaron de Kyoto a Tokio. Este edificio que, a pesar de sus enormes dimensiones y las de sus parques, mantiene la sencillez constructiva de la época, es una muestra del arte del período de Heian (794-1185).  

Poco a poco el despotismo del gobierno centralista, el descalabro económico que producía la continua construcción de grandes templos y soberbios bronces, produjo una reacción de marcado ascetismo, que culminó en 759 con la construcción del monasterio deToshodai-ji para el monje chino Ganjin. Ganjin o Chien-chen (según la fonética china) llegó al Japón tras un viaje apocalíptico que duró doce años con más de un naufragio y con la pérdida total de su vista. Ello constituye un relato heroico, uno de los episodios fundamentales de la historia de este período. Ganjin desde su ascético monasterio deToshodai-ji puso fin a la incipiente disipación de la corte y contribuyó a imponer unas formas artísticas que huían del ornamentalismo.

El período Heian (794-1185), aunque en conjunto su arte no resulte tan brillante como el de Nara, es el más importante de toda la historia de Japón por el hecho de haber conseguido una expresión artística nacional. El Heian se caracteriza por la infiltración de los monjes budistas continuadores de las propuestas ascéticas de Ganjin en la estructura gubernamental, y por el abandono de la viciosa y corrupta Nara por Kyoto, la nueva capital llamada entonces Heian.

Torii, en ltsukushima. El arte Japonés de todos los tiempos ha mostrado gran facilidad para asimilar influencias extrañas imprimiéndoles un sello personal, un estilo propio. La religión sintoísta subsistió al lado del budismo de importación y ha mantenido hasta hoy muchos de sus símbolos, como este torii, puerta sagrada que desde 1170 acoge a los fieles que acuden a la isla.  



Los monjes budistas supieron en efecto aprovechar para su acción moralizante la debilidad de la emperatriz Shótoku por el hermoso monje Dokyo al que ella no sólo hizo ministro de la gobernación, sino que intentó renunciar al trono en su favor.


La reacción no se hizo esperar. Comenzó una reforma a ultranza que coincidió precisamente con la infiltración, procedente de China, del budismo esotérico o tántrico. Como muestras arquitectónicas hay que destacar el monasterio de Tóji (796) construido junto a la puerta de Rashómon en Kyoto, y el Kyo-to Gosho o Palacio Imperial reconstruido con sumo cuidado modernamente. Pero muchos monasterios, protegidos y fomentados por el nuevo estado teocrático, se construyeron en la montaña, en recónditos lugares del bosque, para escapar a las tentaciones mundanas y hallar la calma propicia a la reflexión.

Buda Daibutsu, en Kamakura. Monumental escultura de Buda del siglo XIII, que baja su mirada con divina compasión. El templo, que al borde del mar guardaba a este coloso de 11,5 metros, fue destruido por un temporal y desde hace quinientos años permanece a cielo abierto. A pesar de su tamaño y de su aspecto macizo, es una escultura de gran unidad y fascinación estética. 

Pabellón de Oro o Kinkaku-ji, en Kyoto. Perteneciente al complejo budista Rokuon-ji de esta ciudad, fue construido por el emperador Yoshimitsu en 1397, cuando se hizo monje y decidió gobernar desde este monasterio. Está enclavado en un paraJe de una gran belleza natural, realzada por el esmerado cuidado de la prolija jardinería japonesa, que el budismo zen considera un arte fundamental. 

En pintura desaparece la influencia T’ang dando lugar a una técnica y temática típicamente japonesas, el Yamato-e, que expresan las emociones del amor y de la soledad (-e quiere decir pintura y Yamato es el nombre antiguo de Japón). En los primeros años del siglo XI una serie de damas cultivadas e inteligentes dirigen la vida cultural dedicándose a ilustres actividades literarias; como Murasaki, autora de la Historia de Genji o como Sei Shónagon, autora del Libro de la almohada. A medida que avanza el período Heian, el poder del clan reinante de los Fujiwara pierde vigor y aparecen en cambio otras poderosas familias en provincias. En esta descentralización paulatina destaca Itsukushima, en las inmediaciones de Hiroshima, con su templo y su torii (1170) enclavado en pleno mar.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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